jueves, 6 de septiembre de 2018

El amor en tiempos de milennials

Sueña que sueña con ella
y si en el infierno le espera...
quiero fundirme en tu fuego
como si fuese de cera.”


Quiero empezar citando a Lacan: “Amar es dar lo que no se tiene, a quien no es”. Algo que no entendí, y que aun hoy me cuesta entender, hasta pasados 7 años visitando una vez por semana a mi analista. Creo que no hay herida que se infecte mas rápido que la herida al narcisismo, la herida que descubre la propia castración, esa que nos esforzamos por velar. Y ahí, en ese momento donde la falta queda al descubierto, y hay que aprender a hacer con eso, es cuando uno se ve en pedazos, y en el mejor de los casos se dispone a rearmarse, ahora con algo parecido a un saber sobre ese agujero.
Si me tengo que poner a pensar en cuantas veces me vi en la necesidad de volver a armarme luego de que algo arremetiera contra mis estructuras, creo que fueron tres veces. Una cuando estaba entrando a la adolescencia, la segunda vez cuando tenia 19 años y la ultima a los 24.
De la primera vez que me volví piezas inconexas no voy a hablar, no tengo palabras ni para empezar a nombrar lo que sentí. La tercera vez fue en el consultorio del medico, hay una entrada larguísima dedicada a eso.
Cuando tenia 19 años me rompieron el corazón… ¿a quien no le paso? A todos nos han roto el corazón, todos hemos llorado y sentido que las mariposas en la panza se vuelven un nudo. Para mi, con mis 19 años el problema no fue que me rompan el corazón, sino como me rearme después de eso. Yo ya venia de un corazón roto, a saber, que no son solo los partenaire, también las ausencias, los destiempos y las despedidas rompen corazones. Mi abuela había muerto unos años antes, y yo tenia el corazón atado con alambres.
Nos conocimos de casualidad, la primera vez que lo vi casi ni lo mire, como si fuera una figura deslucida, sin brillo, sin color. Y yo, en ese momento, era toda luz, toda vida, todo ruido y brillo. Era una adolescente que no veía a nadie por fuera de mi filtro de colores y estereotipos, me acuerdo que me había puesto ropa de adulta, y le había pedido a mi mama que me arme una mascara de maquillaje, tenia unos tacos en los cuales no sabia caminar y muchos accesorios. Mi disfraz era perfecto, y los alambres que sostenían todo no se veían. ¿Y él? Él era puro silencio, pura calma, era una sombra que miraba y no decía nada, nadie notaba mucho si estaba o faltaba, se sentía cómodo con su soledad. Mas tarde me di cuenta que ese era su modo de habitar el mundo, en silencio.
Era año nuevo, de madrugada y yo había ido a buscar a un chico que me gustaba, cuando llegue no me miro, cosa obvia porque estaba ebrio como un cosaco. Y yo, que no estaba acostumbrada a que no me miren, me enfurruñe. Me acuerdo que me senté en una esquina y me puse a jugar con el celular (tenia un Nokia 1100 con un solo juego). Escuche que alguien me decía algo, pero no le di mucha bola, volví a escuchar a la misma persona y me di vuelta, era un chico (supongo del mismo grupo), que me estaba diciendo alguna cosa. Lo mire y vi que tenia un tatuaje en la pierna, corte lo que me estaba diciendo y le dije “que onda ese tatuaje?” mas que nada por decir algo, para romper con la calma con la que hablaba. Así empezamos a hablar, me contó que tenia varios tatuajes, todos de la misma banda, que era la banda que mas amaba en el mundo. No se de que habremos seguido hablando, sobre todo porque mirado en retrospectiva no teníamos nada en común, pero se que en un momento le dije “como yo soy la única menor, y vos sos el único sobrio te toca cuidarme, no podes dejar que me pase nada”, y así, con mi desparpajo de niña que se crio en un termo, le dije a un desconocido primero que era menor, y después que me tenia que cuidar. Mi yo adulta me quiere dar un cachetazo, pero en ese momento él se rio y me dijo que bueno, y yo me reí y le dije que estaba ahí porque me gustaba su amigo pero estaba borracho y “que se curta, yo no me meto con gente borracha” (bueno, quizás no era tan imprudente). El resto de la noche se me pego como una sombra, nos reímos de algunas estupideces, y yo nunca repare que él no decía nada, solo me miraba y me seguía la corriente. Llego la hora de irme, y como me quedaba en lo de una amiga me tuve que quedar en la puerta de su casa esperando a que llegara porque tenia las llaves. Él se quedo conmigo. Y justo cuando mi amiga me mando un mensaje diciendo que estaba a dos cuadras, y yo le dije que gracias, pero que podía irse si quería, me beso. Y yo lo bese. Y después se fue.
Al otro día estaba en mi casa, y trate de ponerle nombre a esa cara, y me di cuenta que yo nunca le había preguntado como se llamaba, y no le había dicho mi nombre tampoco. Para el 2 de Enero me había olvidado hasta de la cara del flaco. Y para febrero ya estaba conociendo a alguien mas.
Volvieron las fiestas, se acababa el 2008, por fin era mayor de edad y con mis amigas nos volvimos a juntar en el mismo lugar que el año anterior, esta vez había mas gente, y yo otra vez tenia el disfraz puesto. Me acuerdo estar con un grupo de chicos dos cursos mas grande hablando y decir en tren de broma “no se ustedes, pero yo no tengo suerte, nunca me chape un solo tipo que valga la pena”. Y se hizo silencio, y me miraron todos, y yo pregunte “¿que?” y se escucho un “gracias”. Y esa fue la segunda vez que lo vi, otra vez no lo había registrado, otra vez estaba callado mirando sin hacerse notar. Un rato después me fui sin avisar, y todavía sin saber su nombre.
Llego Marzo, y me llega un mensaje de un desconocido por MSN. Me dijo quien era, y obviamente no tenia ni idea porque nunca le había preguntado el nombre. De todos modos hablamos un rato. Me acuerdo que estaba indignado porque nunca me había puesto a indagar quien era, y no lo había agregado al Msn. Aparentemente le pregunto a los amigos hasta que uno tenia mi dirección de mail. Esa fue la primera vez que sentí ternura por él, la primera vez que percibí que algo podría perturbarlo.
Nos vimos por tercera vez un 8 de Abril, pero esta vez si lo vi, y ademas sabia su nombre, por una cuestión de respeto y de intimidad suelo llamarlo Pollock. Cuando llegue estaba escuchando música, me dijo que la canción se llamaba “stand by” y era de Extremoduro, pasaron 9 años y todavía escucho esa canción y me acuerdo de él, como si me llevara muchos años para atrás, como si fuera a ponerme la mascara para verlo otra vez. Como si fuera la misma persona que en ese momento, como si la vida no hubiera pasado.
Después de esa vez nos seguimos viendo una o dos veces por semana, y para Agosto me di cuenta que lo amaba. Lo amaba mitad como una adolescente y mitad como me habían enseñado a amar, lo amaba con la intensidad enferma que nos enseñan en las novelas. Lo amaba como si fuera el sol. Y todos sabemos lo que pasó cuando Icaro voló muy cerca del sol.
Unas semanas después estábamos hablando y no tengo idea como o porque me dijo “no te enamores de mi, yo no me voy a enamorar de vos”. Me acuerdo el aturdimiento, el dolor casi físico, me acuerdo que la mascara no se movió de su lugar. 15 minutos después de esa frase estaba arriba del 113 yendo al trabajo, ese día llegue 2 horas antes de que me tocara entrar, pero no podía quedarme ahí, no podía mirarlo. Me había quemado, por primera vez me había quemado volando cerca del sol. Ojo, podría haberse terminado ahí, podría haber tomado el 113 y seguir con mi vida, curar las quemaduras, y armarme una nueva mascara. Me duro diez días la determinación de pasar pagina. Pollock se retracto, en realidad dijo “no debería haber dicho eso, yo no puedo decirte como sentirte”, pero para mi fue la disculpa mas sincera que había escuchado. Así que seguí volando.
Para principios de Noviembre tuve un momento de lucidez, un momento donde pude salir de la idea de amor romántico teñido de drama y heridas autoinfligidas que nos enseñan a desear. De todos modos no me fui tan lejos de los estereotipos. Le dije que necesitaba saber si eramos novios, que quería compartir algo mas que ratitos medio robados, básicamente le demande amor, como si fuera algo que uno puede exigir, y obviamente me dijo que no. Él no creía en el modelo de pareja burguesa, no creía en el “para toda la vida”, no quería una pareja, no quería un futuro. Y ahí tome distancia, fue la primera vez que la imagen de amor romántico me fallo, fue la primera vez que me elegí a mi misma.
Pasaron las semanas y conocí a alguien mas, a alguien que me hizo sentir segura, y hermosa, y donde todo era fácil y divertido, donde no había idas y vueltas, donde no había que exigir interés. ¿Quieren adivinar cuanto dure antes de patear el tablero? Dos meses, hasta el día que Pollock me toco el timbre de mi casa y me dijo “feliz cumpleaños”. No sabia como o porque estaba ahí, no habíamos hablado casi en dos meses, pero estaba ahí, y otra vez era el sol y yo estaba en su órbita. Pasaron las fiestas y el 1 de Enero me vino a buscar a mi casa, y nos pusimos de novios.
De ese momento hasta el 10 de Junio que se termino todo, sistemáticamente la fui pasando cada vez peor, me sentí cada vez mas insegura, me volví cada vez mas intensa y demande de modo cada vez mas desesperado amor. ¿Sabia que el no me amaba? No se, pero como mínimo sabia que no me amaba como yo quería ser amada. Al final Pollock como pudo tomo distancia. Hubo idas y vueltas, hubo malos entendidos, hubo mucho dolor, y en el medio Pollock conoció a alguien mas, o mejor dicho a alguien menos, menos intenso, menos demandante, menos yo y mas como él.
Hasta acá parece una ruptura normal, pero no, para mi fue un punto de quiebre. ¿Por que? Porque lo amaba incondicionalmente, porque en esas idas y vueltas me humille, me arrastre, me degrade y hasta estuve dispuesta a aceptar e ignorar que estaba con alguien mas. Me abrí en canal y me expuse de un modo enfermo. Le rogué de todos los modos posibles que me ame, o por lo menos que me diga que me amaba. Hasta que un día no pude mas. Por supuesto todo esto teñido del dramatismo de mis 19 años y una vida sumergida en libros de amor y creencias judeo cristianas sobre el amor.
A partir de ahí pasaron dos cosas, la primera es que empece a juntar las piezas rotas para tratar de juntarlas, y la segunda es que todo el vació se había llenado de enojo. Estaba enojada porque había seguido al pie de la letra lo que me habían enseñado del amor, había amado incondicionalmente, había hecho del otro mi prioridad, había sido dulce, había aceptado las normas y condiciones que me lastimaban una y otra vez. Y aun así no había sido suficiente. Mas tarde entendí dos cosas, la primera es que el amor NUNCA es incondicional, eso es solo la lógica perversa que nos venden las góndolas capitalistas, y la segunda es que el amor es causa necesaria pero no suficiente.
Pase años dándole vueltas al tema, todavía hoy trato de entender que paso, como, y por que. Habría que pensar cuan dañino es plantear el amor como una idealización sistemática de un otro, ubicándolo en el lugar de un Gran Otro, que nos vaciá de amor propio hasta reducirnos a despojos. También podríamos hablar de los estereotipos sobre el amor, esta cuestión del amor eterno, monogamico, burgués, heterosexual y romántico, y de la contra cara de eso que es la soledad y el desamor. Como se quiebra el autoestima cuando sentimos el fracaso de los estereotipos, porque la culpa siempre es de uno, nunca se cuestiona lo que forma al sujeto, lo que lo lleva a esos limites casi locos.
Estamos rodeados y atravesados por estas cuestiones, y creemos que en nombre del amor todo se justifica, leemos poemas, escuchamos canciones y vemos películas desde niños fantaseando con que eso es lo que nos depara la vida. Buscamos príncipes azules, verdes, rojos, porque creemos que el amor es lo que viene a llenar la falta que nos habita. Buscamos nuestro propia historia de amor, esperamos que el otra sea como Romeo o como Dante, y el poco realismo que esto conlleva no nos prepara nunca para el golpe con la realidad.
Pensamos el amor como una fuerza de la naturaleza, es arrasador, es infinito, es un creador de héroes y mártires, creemos que el amor va de renuncias, de pruebas quijotescas, buscamos que el amor nos salve, nos complete, y borre toda huella de dolor. Pero cuando inevitablemente eso no pasa no enojamos, y creemos que el amor es caprichoso, cruel, egoísta, injusto, un desencuentro interminable lleno de angustia. Decimos que el amor duele, pero ¿que duele realmente? ¿Duele el amor o la construcción fantástica que del amor nos hacemos?
Pollock “me rompió el corazón”, pero hizo muchísimo mas, me rompió a mi, a mis ideas idílicas del amor, rompió el castillo de fantasías, me dejo sin mascaras, me dejo al descubierto ante toda la desolación, me obligo a correr los velos y ver mi propia falta, me cambio. Logro sacarme del cuento de hadas y obviamente no fue sin costo, nunca es sin costo este tipo de arrasamiento, primero porque en un duelo siempre hay partes que se pierden, y segundo porque juntar los pedazos y re configurarlos, aun con las piezas que faltan, es un trabajo lento y que conlleva un compromiso con uno mismo enorme. Y si bien es fácil caer en viejo hábitos, las cicatrices que quedan nos obligan a pensar las cosas y verlas lateralmente en el mejor de los casos.

Cuando hoy me pregunto sobre el amor, por suerte la respuesta es otra, ya no es esta tormenta de hormonas y emociones, pero sin embargo sigo mirando novelas, leyendo historias de amor, sigo escuchando canciones y en los días mas tristes pienso en como seria volver a sentir otra vez que el amor incondicional que te desarma y alborota. La deconstrucción de los estereotipos que tardaron media vida en armarse me va a llevar otra media vida, pero al final espero que valga la pena.